Ante esta conducta, posiblemente habrá que indicar la hospitalización y proceder a una orientación
diagnóstica que permita empezar la acción terapéutica de la patología asociada al acto suicida.
El seguimiento deberá ser intensivo, y se deberán adoptar las medidas de restricción a nivel individual.
Asimismo, deberá evaluarse la familia. Para la conducta ante un acto suicida (sea fallido o consumado) se
ha seguido el protocolo sugerido por la Asociación Española de Psiquiatría del Niño y del Adolescente
(AEPNyA), debidamente adaptado para aquellos médicos que atienden adolescentes.

Lo primero que se recomienda ante una tentativa de suicidio es determinar la intencionalidad, el riesgo de
muerte, la persistencia de ideas suicidas y la probabilidad de volver a cometer el acto suicida (protocolos)
La información debe obtenerse de diversas fuentes, que incluyen al propio paciente, padres o cuidadores,
informes escolares y cualquier persona que tenga relación directa con el niño.
En adolescentes se considera importante también la información de los amigos y de la pareja.
Hay que prestar atención al método utilizado y a cuántas veces se ha intentado previamente. La repetición
de intentos suicidas y el uso métodos inusuales que comprometan seriamente la vida del paciente son
predictivos de riesgo real de suicidio consumado.
En caso de que la urgencia sea por ingestión de medicamentos u otras sustancias, el clínico debe evaluar si
éstas son potencialmente letales y si fueron ingeridos como un acto impulsivo o por el contrario existía una
planificación previa, de manera que pueda comprobarse si ésta implicaba realmente un intento suicida.
El clínico debe ser cuidadoso e identificar a aquellos pacientes que tienen un riesgo potencial de muerte que
presentan un trastorno mental asociado (depresión, manía, psicosis), abuso de sustancias, agitación e
irritabilidad. Además de estos deben considerarse también los factores ambientales y sociales, tales como
aislamiento, estrés, la existencia en el entorno de patrones de imitación e historia familiar de psicopatología
(comportamiento suicida, enfermedad bipolar, abuso físico o sexual). Cuando se sospecha la existencia de
abusos sexuales se recomienda investigar si han sido antes del intento o coinciden con la ideación o el
intento suicida.
Es además importante evaluar los motivos que han llevado al acto suicida, por ejemplo el interés por llamar
la atención, el intento de modificar algo en las relaciones personales, acompañar a algún familiar que ha
muerto, evitar una situación intolerable o la venganza. Se considera que si estos motivos no han sido
satisfechos en el momento de la evaluación, el riesgo suicida persiste.
En el suicidio consumado, es útil la autopsia psicológica, como técnica que permite identificar los factores
de riesgo. Se trata de analizar y reconstruir, retrospectivamente, la situación que llevó a una persona a
consumar el acto suicida.
Se analiza cuidadosa y sistemáticamente todo lo que pasó en la vida de esta
persona antes del suicidio y cuales fueron, en apariencia, los motivos que desencadenaron el suicidio. En
estas autopsias psicológicas se destaca, a menudo, la baja frecuencia de consulta psiquiátrica o psicológica
en discordancia con la elevada frecuencia de patología psiquiátrica, avisos de intención suicida e intentos
de suicidio previos. La mayoría de los casos que estaban bajo consulta de salud mental no recibían
tratamiento.
Esta es una situación en la que se puede encontrar el médico que atiende adolescentes y, por lo tanto,
necesita saber cómo actuar, por encima de sus sentimientos y emociones.
El primer paso, fundamental, será la capacidad de establecer una relación positiva para así poder
comprender el acto cometido.
Esto supone interesarse por las razones probables y objetivos del intento
(atención, venganza, muerte), el grado del intento de suicidio (letalidad, posibilidad de rescate,
premeditación, grado de preparación), la valoración del riesgo actual, y la valoración de la problemática
médica, así como de un posible diagnóstico psiquiátrico previo.
Deberá interesarse por la historia de intentos previos y su desenlace y por la exposición o contacto con
conductas suicidas (en amigos o familiares).
También deberán valorarse los factores de riesgo (problemas con el alcohol, trastornos de conducta,
incumplimiento de tratamientos previos, y el hecho de no vivir con familiares.
El médico que atiende adolescentes puede encontrarse en una situación óptima para esclarecer los
problemas a los que se enfrenta el adolescente con sus padres, con los compañeros, con la pareja, con la
escuela… Más allá, deberá investigar sobre problemas con las drogas, dificultades en la aceptación de su
orientación sexual, los antecedentes familiares de enfermedad mental, los antecedentes personales de
abuso o de victimización, así como la carencia de un hogar estable.
A pesar de que pueda parecer difícil, es
importante que se interese por los sentimientos de trascendencia y espiritualidad. Muchos adolescentes
agradecen poder discutir con el profesional suficientemente formado estos aspectos de su intimidad.
En esta evaluación inicial deben identificarse las posibles personas de apoyo y hacer una valoración de la
situación familiar.

TRATAMIENTO
El adolescente que ha realizado un intento suicida debe ser hospitalizado si su condición física es inestable
y/o no es posible predecir si realizará otro acto suicida en un plazo corto de tiempo. Dentro de las
indicaciones para la hospitalización deben incluirse: la incapacidad del paciente para establecer una
adecuada alianza terapéutica con el clínico, cuadros psicóticos, intoxicación severa (drogas y/ o alcohol),
varios intentos suicidas previos, trastorno depresivo mayor (sobre todo si se asocia a síntomas psicóticos),
Trastorno Bipolar con ciclos rápidos (o con irritabilidad e impulsividad), psicosis con alucinaciones (sobre
todo si son mandatorias) y abuso de alcohol o drogas. En cualquier caso, se hace indispensable la consulta
con el psiquiatra infanto-juvenil para que establezca la indicación pertinente. Pero, en caso de tentativas de
suicidio, deberá procederse al ingreso hospitalario en caso de cualquier duda.
De entrada, será importante la recuperación vital del paciente y evitar los daños de las lesiones producidas
o posibles, así como la recidiva inmediata del daño y sus posibles secuelas. La conducta a seguir depende
del tipo de lesión, el método utilizado, la clínica al momento del ingreso, la gravedad médica y el tiempo
transcurrido desde el acto suicida hasta recibir la primera asistencia médica.
En caso de intoxicación medicamentosa (psicofármacos o analgésicos), se deberá proceder al lavado
gástrico y demás medidas de protocolo en el servicio de urgencias.
Deberá establecerse consulta con el psiquiatra infantojuvenil cuando el adolescente ya no presente riesgo
suicida evidente y su vida esté fuera de peligro.
Hay que evitar culpabilizar al paciente, pues necesita apoyo y respeto hacia su intimidad. Deben evitarse
actitudes punitivas o denigrantes. Jamás debe adoptarse una actitud reduccionista o que minimice el acto
suicida.
La valoración psiquiátrica seguirá su curso y establecerá una orientación diagnóstica, con el consecuente
tratamiento a seguir. Éste incluirá, posiblemente, tratamiento farmacológico y psicoterapéutico.
El psiquiatra infantojuvenil será quien prescriba el tratamiento farmacológico adecuado, según la
sintomatología y de acuerdo con una diagnóstico funcional. La psicoterapia es un componente muy
importante en el tratamiento de los intentos suicidas asociados a trastornos mentales. La psicoterapia debe
ajustarse a cada paciente. La terapia cognitivo-conductual se ha mostrado como la más eficaz.
Se ha generado gran controversia con el uso de los antidepresivos inhibidores selectivos de la recaptación
de serotonina (ISRS) como tratamiento para la depresión en niños y adolescentes. Los ensayos clínicos
realizados demuestran una evidente eficacia antidepresiva de los ISRS, así como una eficacia protectora
“antidepresiva”.(11)
El uso de medicación estimulante en el tratamiento de pacientes adolescentes suicidas y co-diagnóstico de
TDAH no está contraindicado.

PREVENCIÓN DE LAS CONDUCTAS SUICIDAS E AUTODESTRUCTIVAS.
El suicidio de un adolescente es un hecho dramático. Es importante centrar los esfuerzos en la prevención,
que debería ser una cuestión prioritaria en nuestros programas de salud. Y en esta tarea deben
concienciarse y participar todos los sectores de la sociedad. Es lamentable que se inviertan escasos
recursos en el conocimiento de la realidad de la salud mental de los adolescentes (se habla mucho; se
conoce poco) y en la prevención del suicidio.
- Intervenciones eficaces para regular la capacidad de adaptación ante los acontecimientos vitales
estresantes. Este aspecto es muy amplio y sugiere la necesidad de educar al niño en la
comprensión de los límites, en la capacidad de reaccionar ante las situaciones frustrantes, y en la
resiliencia. Es importante la intervención activa de los profesionales de atención primaria y de los
educadores y docentes.
- La correcta detección de los trastornos psiquiátricos pasa por el obligado reconocimiento de los
psiquiatras infantojuveniles y la necesidad de la psicofarmacología en el tratamiento de estos
trastornos. Existe todavía una “psicofarmacofobia” en nuestra sociedad. El 90 % de los casos de
suicidio no han recibido tratamiento. Se sabe, por otra parte, que en muchos pacientes que han
consumado el suicidio, se encuentran niveles bajos de serotonina.
- Este punto va ligado con la intervención social para reducir la estigmatización de la enfermedad
mental y del suicidio.
- Es importante que aquellos profesionales que tratan con adolescentes reciban la educación
necesaria para detectar aquellos que presentan un riesgo de conducta suicida.
- Se ha defendido la posibilidad de un screening sistemático en alumnos de enseñanza secundaria.
Serviría para detectar síntomas depresivos, reconocer la importancia de trastornos anímicos, y de
riesgo de suicidio en atención primaria.
- Es importante acercar los servicios de salud al adolescente. El 83 % de los suicidas han contactado
con el médico el mismo año, y el 66 % durante el mismo mes. ¿Estaba preparado el médico para
sospechar el dolor anímico de su paciente?
- Entendemos como “gatekeepers” aquellas personas próximas al adolescente y que pueden hacer
de intermediarios: maestros, técnicos de emergencias, policía, bomberos, personal de recursos
humanos. Requieren formación específica (no basta la buena voluntad). Y esta formación incluye
preparación teórica y emocional, y siempre dentro de una red de comunicación.
- Es importante reducir la posibilidad de acceso a los métodos letales: armas de fuego, pesticidas,
fármacos… También, a nivel urbano, proteger los desniveles importantes y los accesos a las vías
del ferrocarril.
- El control del impacto mediático es importante, pero de difícil control desde la aparición en internet
de webs específicas de apoyo al suicidio.
Y, no por ser menos importante, dejo para el final el tema de la espiritualidad. En un mundo cada día
más tecnificado, se olvidan, a menudo, los aspectos trascendentes de la persona. Se planifican las
actividades docentes y las extraescolares para dar muchos contenidos al niño y al adolescente. Pero no se
invierte suficiente tiempo en enseñar a pensar, en incrementar la posibilidad de buscar un sentido de
trascendencia a la vida.
El laicismo no está reñido con la espiritualidad. Y la espiritualidad se educa desde la
lectura pausada, la escucha atenta de la música, el paseo sin prisas por el monte, la contemplación de un
paisaje, etc. Se trata de actividades que pueden parecer inútiles pero que suponen una gran barrera
protectora para el niño que deberá afrontar un mundo cada día más complicado.

Muy buena información, me parece muy importante que hablemos de estos temas hoy en día... Son de mucha ayuda para nuestra sociedad.
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