viernes, 3 de junio de 2016

Suicidio e Intento de Suicidio con esta Conducta

Suicidio e Intento de Suicidio con esta Conducta.

Tener ocasionalmente pensamientos suicidas no es anormal. Forman parte del proceso normal de desarrollo en la infancia y adolescencia, cuando se intenta elucidar los problemas existenciales, y cuando se trata de comprender el sentido de la vida y la muerte. Más de la mitad de los jóvenes que cursan estudios superiores secundarios, informan que tuvieron pensamientos suicidas. No es de extrañar que el médico que atiende adolescentes encuentre en más de una ocasión con un adolescente que le manifiesta una intencionalidad suicida. Surgen siempre los interrogantes de hasta qué punto aquel adolescente puede estar dispuesto a poner fin a su vida. Es evidente que los jóvenes necesitan discutir estos asuntos con los adultos y, a veces, el médico es el principal interlocutor.

Los pensamientos suicidas se vuelven anormales cuando ven en la realización de estos pensamientos la única salida para sus dificultades. Existe entonces un serio riesgo de suicidio o intento de suicidio. Los adolescentes que han intentado, en alguna ocasión, el suicidio, suelen ser más autoexigentes, más introvertidos, y más vulnerables para la desesperanza. Suelen negar estas ideas y rehúyen hablar sobre las mismas. Su salud integral exige una vigilancia enorme, pues pueden acabar consiguiendo su objetivo. En la ideación suicida el adolescente puede elaborar planes sobre el hecho suicida: tiempo, lugar y modo. Piensa, además, en el impacto que este acto causará en su entorno. La noticia sobre el suicidio de algún personaje mediático puede suponer el paso de la ideación al acto. 

¿Suicidio o accidente? Es un tema poco estudiado y que merece especial atención. Se trata de adolescentes que, con una intención más o menos definida, se ponen en situación de riesgo (en el alfeizar de una ventana, cortar las venas,…). No buscan morir. Juegan con la muerte para conseguir alguna atención de los adultos. El problema está en la posibilidad de que el adolescente pierda en control en estas acciones, que, sin quererlo, pueden acabar en exitus debido a un accidente. Es el caso del adolescente que se cortó las venas sabiendo que sus padres no tardarías más de media hora en llegar. Pero el retraso fortuito de los padres convirtieron aquel acto de amenaza en un acto suicida involuntario. Siempre nos quedará la duda sobre cuál era el deseo de muerte y con que intensidad era percibida por el adolescente (Figura 2). Evidentemente, estas muertes accidentales “extrañas” pueden ser un sesgo importante a la hora de estudiar la incidencia del suicidio entre la población adolescente. La conducta suicida no puede ser entendida como un acto aislado. Se trata, más bien, de un proceso largo, muy a menudo asociado a trastornos psiquiátricos que, en muchos casos, no son ni diagnosticados ni tratados (3). El inicio de la conducta suicida está en la ideación suicida, a la que sigue un plan que lleva al intento y, en función del umbral constitucional de cada persona, a la consumación del acto.


INCIDENCIA.

No es fácil establecer la incidencia del suicidio en adolescentes. Existen pocos estudios y la mayoría se centran en los suicidios consumados, pues son los que se registran (y no todos). Las cifras actuales subestiman la prevalencia real. El suicidio consumado es más frecuente en varones (5,5:1), mientras que la ideación y el intento suicida es más frecuente en mujeres. Por cada adolescente que consuma un suicidio, 400 chicos y 4000 chicas realizan un intento. A pesar de la carencia de datos, se considera que el suicidio es la segunda causa de muerte en personas de entre 15 y 24 años. El Instituto Nacional de Estadística (INE), siguiendo los estándares internacionales en la materia, ha suprimido los boletines del suicidio y, desde 2007, obtiene la información estadística a partir de la información que ofrece el mismo boletín sobre las causas de muerte. Los datos que recoge el INE, en valores absolutos, se muestran en la figura 4. Se observa un notable incremento de suicidios consumados en varones entre 15 y 19 años. De todas maneras, estos datos no son del todo fiables. En algunas (¿pocas o muchas?) circunstancias, el facultativo que firma el certificado de defunción, a petición de la familia, hará constar, como causa, un accidente letal. Siempre supone un relativo alivio para los padres el hecho de “creerse” (con más o menos convicción) que el hijo no ha puesto fin a su vida de manera voluntaria.

FACTORES DE RIESGO.

 La mayoría de los adolescentes suicidas presentan diversos factores que aumentan individualmente su vulnerabilidad a la aflicción emocional y al sufrimiento; elementos que, de forma acumulada, pueden dar lugar a conductas suicidas reales. A mayor número de factores de riesgo y menor número de factores de protección, más aumenta el riesgo de conducta suicida. Consideramos, en primer lugar, los factores de riesgo fijos, poco modificables a pesar de los tratamientos. Por ejemplo, suponen un riesgo importante el intento previo de suicidio y la ideación suicida del momento. También debe considerarse la orientación homosexual, que aumenta el riesgo al suicidio, debido a las persistentes actitudes homofóbicas de nuestra sociedad. No podemos olvidar los problemas derivados de un déficit de vinculación afectiva, que deja al adolescente muy desamparado. Se trata de una situación a tener en cuenta especialmente en niños procedentes de adopciones internacionales. Y existen los factores de riesgo modificables, que incluyen las enfermedades mentales, la desesperanza, el acceso a métodos letales, la interrupción de un tratamiento psiquiátrico, el aislamiento social y la enfermedad crónica. Y en nuestro mundo tecnificado, no podemos olvidar el vacío espiritual que invade a nuestros adolescentes y la falta de autotrascendencia. En cualquier caso, el deseo de morir asociado a la ideación suicida aumenta el riesgo de la conducta suicida.

FACTORES DE PROTECCIÓN.

 En contraste a la abundancia de estudios sobre los factores de riesgo de suicidio en niños y adolescentes, existen muy pocos estudios sobre los factores de protección. Deben ser considerados para planificar la prevención. Los principales son:

 1.- Factores individuales:

 a. buenas habilidades sociales. 
 b. confianza en sí mismo, en su propia situación y logros. 
 c. búsqueda de ayuda cuando surgen dificultades, por ejemplo, en el trabajo escolar. 
 d. búsqueda de consejo cuando hay que elegir opciones importantes. 
 e. receptividad hacia las experiencias y soluciones de otras personas.  
 f. receptividad hacia conocimientos nuevos 
 g. capacidad trascendente; espiritualidad. 

2.- Factores familiares: 

a. buena relación con los miembros de la familia. 
b. apoyo de la familia. 

3.- Factores culturales y sociodemográficos:

a. integración social, por ejemplo participación en deportes, asociaciones religiosas, clubes y otras actividades. 
b. buenas relaciones con sus compañeros. 
c. buenas relaciones con sus profesores y otros adultos. 
d. apoyo de personas relevantes. 

Estos factores de protección se basan en la idea de “Resiliencia” y en la capacidad para hacer frente a las situaciones frustrantes de cada día.



LO QUE LLEVA AL SUICIDIO

 En circunstancias particulares, el comportamiento suicida es más común en algunas familias que en otras debido a factores genéticos y medioambientales. El análisis muestra que todos los factores y situaciones descritas más adelante, se asocian frecuentemente con intentos de suicidio y suicidios entre niños y adolescentes; pero es necesario recordar que no necesariamente están presentes en todos los casos. Es importante destacar, también, que los factores y situaciones que se describen admiten una gran variedad en función de las situaciones sociales, culturales, políticas y económicas de cada grupo humano. 

1.- Trastornos psiquiátricos. 
Detrás del 90 % de los suicidios se esconde una enfermedad mental. Entre ellos, el 60 % corresponde a depresión mayor y a trastorno bipolar. Siguen los trastornos psicóticos. Son menos habituales los síntomas independientes como ansiedad, agitación, alteración del sueño y trastornos psicosomáticos, así como los cambios de carácter y la labilidad afectiva e irritabilidad. El riesgo aumenta cuando a los trastornos psiquiátricos se asocia el abuso de sustancias. Es importante considerar, en las enfermedades mentales, el umbral o diátesis que hace vulnerable al paciente para el suicidio: la impulsividad, el pesimismo, la inflexión cognitiva. Se ha relacionado con niveles bajos de serotonina. 

Depresión. La combinación de los síntomas depresivos y comportamiento antisocial ha sido descrita como el antecedente más común del suicidio en los adolescentes.(6). Casi las tres cuartas partes de los adolescentes con conductas suicidas han mostrado uno o más síntomas de depresión y pueden sufrir un grave trastorno depresivo. Es importante que el médico que atiende adolescente sea capaz de identificar la sintomatología depresiva en el adolescente y pueda remitirlo al psiquiatra infantojuvenil. Deben valorarse siempre los síntomas psicosomáticos en el niño y en el adolescente. Mientras que la depresión mayor está altamente correlacionada con el suicidio en mujeres, en los varones, éste está más relacionado con un intento previo, consumo de alcohol, abuso de drogas y comportamientos impulsivos. Hay conductas que deben ser vigiladas especialmente, tales como: retraimiento, cambios de humor, disminución en el rendimiento escolar, pérdida de la iniciativa y de la autoestima, llantos repentinos, alteraciones en el sueño, pérdida de apetito y actividad motora disminuida. Pero, aunque los síntomas depresivos suelen ser comunes en adolescentes suicidas, la depresión no es concomitante con las conductas suicidas. Los adolescentes pueden suicidarse sin estar deprimidos y pueden estar deprimidos sin ideación suicida. 

Trastornos psicóticos y trastorno bipolar. Entre los adolescentes afectados por trastornos psiquiátricos graves (esquizofrenia, trastorno bipolar),el riesgo de suicidio es muy alto. Suele tratarse de pacientes en los que se pueden sumar varios factores de riesgo. No es rara en ellos la patología dual. 

Trastornos de personalidad. Dentro de los trastornos de personalidad asociados al suicidio, el diagnosticado con más frecuencia es el Trastorno Límite de Personalidad (a veces confundido con el TDAH si no existe un buen diagnóstico diferencial). Otro grupo importante es el de pacientes con personalidad histriónica. 

Trastornos de ansiedad. Existe una asociación entre trastornos de ansiedad y los intentos de suicidio en los varones, siendo menos clara en mujeres. Los rasgos de ansiedad aparecen como relativamente independientes de la depresión, en su efecto sobre el riesgo de comportamiento suicida, lo cual sugiere que debería establecerse y tratarse la ansiedad de los adolescentes, con riesgo de comportamiento suicida. También los síntomas de ansiedad pueden manifestarse en forma de molestias psicosomáticas. 

Abuso de alcohol y drogas. El consumo excesivo de drogas y alcohol también es muy frecuente entre los niños adolescentes que cometen suicidio. En este grupo de edad, la cuarta parte de los pacientes suicidas habían consumido alcohol o drogas antes del acto.
 
Trastornos alimentarios. Las jóvenes anoréxicas sucumben frecuentemente a la depresión y el riesgo de suicidio es 20 veces mayor que para los jóvenes en general. 


2.- Factores culturales y sociodemográficos.
El bajo estatus socioeconómico, el bajo nivel educativo y el desempleo en la familia son considerados factores de riesgo. En este grupo deberíamos incluir los adolescentes procedentes de la inmigración. Estos factores culturales se vinculan con la escasa participación en las actividades tradicionales de la sociedad, así como el conflicto con los valores de los diversos grupos. Hay que prestar especial atención a los niños y jóvenes que carecen de raíces culturales, pues pueden desarrollar tienen marcados problemas redacción de identidad y, a menudo, carecen de un modelo para la resolución de conflictos. En algunas situaciones de estrés pueden recurrir a comportamientos autodestructivos tales como el intento de suicidio o el suicidio. Hay que insistir, en este apartado, al riesgo que se incrementa en aquellas situaciones de inconformismo de género y de orientación sexual. Los niños y los adolescentes que no son aceptados abiertamente en su cultura por su familia y sus compañeros o por su escuela y otras instituciones tienen serios problemas de integración y carecen de los modelos de apoyo para un desarrollo óptimo.

3.- Patrones familiares y eventos negativos durante la niñez.
 Los patrones familiares destructivos y los acontecimientos traumáticos en la niñez temprana afectan la vida de los jóvenes, especialmente si no pudieron superar el trauma. 
Entre las disfunciones familiares y los acontecimientos de vida negativos y desestabilizadores que se encuentran a menudo en los niños y adolescentes suicidas tenemos:

 - Psicopatología de los padres con presencia de desórdenes psiquiátricos, en particular emocionales. 

- Abuso de alcohol y sustancias, o comportamiento antisocial en la familia. - Antecedentes familiares de suicidios e intentos de suicidio. 

- Familia violenta y abusiva (incluyendo abusos físicos y sexuales del niño).
 
- Escasez de cuidados por parte de los padres o cuidadores, escasa comunicación dentro de la familia. 

- Peleas frecuentes entre los padres o cuidadores, con agresión y tensiones. 

- Divorcio, separación o muerte de los padres o cuidadores.

 - Mudanzas frecuentes, excesivos cambios de residencia.

 - Expectativas demasiado altas o demasiado bajas por parte de los padres o cuidadores. 

- Padres o cuidadores con autoridad excesiva o inadecuada. 

- Falta de tiempo de los padres para observar y tratar los problemas de aflicción emocional de los adolescentes; ambiente emocional negativo con rasgos de rechazo o descuido. 

- Rigidez familiar 

- Familias adoptivas o afines; siempre en función de los posibles trastornos del vínculo afectivo del niño y la situación emocional de los padres adoptivos.

Se trata de patrones familiares que, muchas veces pero no siempre, caracterizan las situaciones de los adolescentes que intentan o cometen suicidio. Muchos adolescentes que se suicidan provienen, a menudo, de familias con más de un problema, acumulándose los riesgos. En algunas ocasiones se trata de adolescentes que quieren ser leales a sus padres y no desean revelar secretos familiares o se les prohíbe hacerlo, y que se abstienen de buscar ayuda fuera de la familia.

4.- Estilo cognitivo y personalidad.
 Existen unos rasgos de personalidad que se observan frecuentemente durante la adolescencia, pero que también se asocian con el riesgo de intento o de suicidio consumado. Su utilidad es limitada, pero deben tenerse en cuenta, especialmente cuando hay acumulación de estos rasgos. Son: 

- Humor inestable, enojo o agresividad. 

- Comportamiento antisocial.

 - Conductas irreales, representación de fantasías.

 - Alta impulsividad. 

- Irritabilidad. 

- Rigidez de pensamiento y de cumplir con patrones. 

- Escasa habilidad para solucionar problemas y afrontar dificultades. 

- Inhabilidad para entender la realidad. 

- Tendencia a vivir en un mundo ilusorio. 

- Fantasías de grandeza alternando con sentimientos de desvalorización. 

- Se defrauda fácilmente. 

- Ansiedad excesiva frente a pequeños malestares físicos o pequeñas decepciones.

 - Petulancia. 

- Sentimientos de inferioridad y de incertidumbre que se esconden bajo manifestaciones abiertas de superioridad, comportamiento provocador o de rechazo hacia los compañeros y adultos incluyendo a los padres. 

- Incertidumbre con relación a la identidad de género u orientación sexual. 

- Relaciones ambivalentes con los padres, otros adultos y amigos. 

Existen pocos estudios sobre el temperamento y el carácter de los jóvenes que cometen actos suicidas. Tampoco se ha investigado a fondo cuales son los rasgos más específicos de personalidad. La dificultad del abordaje familiar se impone en muchas ocasiones.

5.- Intentos previos de suicidio.
 Es muy importante considerar especialmente cualquier intento de suicidio, haya sido un episodio único o recurrente, asociado o no a trastorno psiquiátrico.

6.- Acontecimientos negativos de la vida cotidiana.
 Cabe considerar estos acontecimientos vitales en adolescentes que se muestran vulnerables frente al estrés, junto al estilo cognitivo y a los rasgos de personalidad antes mencionados. El riesgo de suicidio aumenta cuando existen antecedentes de situaciones estresantes negativas experimentadas en edades muy tempranas de la vida. Se trata de adolescentes con dificultades para manejar los acontecimientos vitales negativos y, con frecuencia, el acto suicida va precedido de alguna situación de estrés, capaz de reactivar los sentimientos de desamparo, desesperanza y abandono. Entre estos acontecimientos vitales encontramos:

 - Situaciones que pueden ser experimentadas como daño o agravio, a pesar de no serlo cuando se evalúan de manera objetiva. Son situaciones que pueden ser percibidas por el adolescente como una amenaza directa hacia su propia imagen, sufriendo un sentimiento de dignidad personal herida..

 - Problemas familiares. 

- Separación de los amigos, de la pareja, de los compañeros de clase, etc..

 - Muerte de una persona querida u otra persona importante. - Término de una relación amorosa.

 - Conflictos interpersonales o pérdidas. 

- Problemas legales o disciplinarios.

 - Presión del grupo de compañeros o aceptación autodestructiva por parte de los mismos. 

- Sometimiento y victimización. 

- Decepción con los resultados escolares y fracaso en los estudios. 

- Altas exigencias en el colegio durante los períodos de exámenes. 

- Falta de empleo y problemas económicos. 

- Embarazo no deseado, aborto. 

- Infección con VIH u otras enfermedades de trasmisión sexual.

 - Enfermedad física grave.

 - Desastres naturales.


SIGNOS DE ALARMA.

Hay que prestar especial atención a unos signos que, en situación de vulnerabilidad, pueden preceder a un acto suicida (fallido o consumado). Son:

 - Regalar los objetos más entrañables a los amigos y personas allegadas. 

- Aislamiento. 

- Disminución de participación en situaciones placenteras. 

- Consumo de tóxicos. 

- Tristeza y melancolía. 

- Discusión sobre posibles planes de suicidio.



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